miércoles, 31 de agosto de 2011

El sueño americano de Belic


   Las cosas se hacen para hacerlas bien. Esta es la premisa que siguen a raja tabla los chicos de Rock Star. Ellos inventaron un género como son los sandbox, y demuestran en cada entrega que siguen siendo los mejores en su terreno. Muchos juegos prometen la luna con trailers adelantados e imágenes sueltas que filtran para despertar una expectación inusitada que cuando el producto sale al mercado y llega a nuestras consolas provoca una gran decepción. Este no es el caso de esta compañía, que incluso podemos afirmar que se superan con cada juego y marcan la línea a seguir por las demás. Estamos hablando de una saga que sin duda es la que cuenta con más seguidores en todo el mundo, y más concretamente de su última entrega que salió hace ya algún tiempo: Grand Theft Auto IV.



   Desde fuera, este GTA puede resumirse como un mundo loco dónde uno no deja de delinquir constantemente. Nada más lejos de la realidad. GTA IV cuenta una historia que bien podría firmar el mismísimo Scorsesse. Somos Niko Belic, un inmigrante de la Europa del Este que llega a Estados Unidos, a la consabida Liberty City (Nueva York) para realizar su sueño americano. Sin embargo, no se puede escapar del pasado, sobretodo cuando arrastras el pasado que arrastra Belic. Atormentado por sus recuerdos y por la culpa, Belic deberá recurrir de nuevo a su impresionante formación militar para ponerse al servicio de los clanes mafiosos que controlan la ciudad e ir escalando poco a poco en la jerarquía. Ganarás dinero y reputación, tu nombre pronto será conocido tanto por las bandas criminales como por la policía, y en medio de este entuerto deberás intentar llevar una vida lo más normal posible (conociendo a chicas, jugando al billar o a los bolos, comprándote ropa, emborrachándote, etc..) hasta conseguir un objetivo definitivo que es al fin y al cabo lo que te ha llevado hasta allí: Venganza.

   Técnica y gráficamente estamos ante una obra maestra que a pesar de tener ya una edad aún no ha sido igualada. Es impresionante la recreación de la ciudad, dónde encontramos prácticamente de todo (restaurantes, aeropuertos, cibercafés, iglesias, hospitales, bancos, taxis, metro, trenes, tiendas e incluso una réplica de la Estatua de la Libertad) y habitada por miles de personas que le dan una gran vida. No hay gente de relleno para llenar la pantalla, cada uno está haciendo algo y no dudarán en interactuar contigo si la acción lo exige. La recreación de los coches y sus múltiples modelos, así como la conducción (santo y seña de la saga) es un placer para cualquier jugador y muchas veces merece la pena sólo coger un buen auto y darse una vuelta para disfrutar de las vistas. Mención aparte merecen las perspectivas de la ciudad que podemos contemplar desde el aire cuando pilotamos un helicóptero. Es magistral como si descendemos podemos comprobar como se va agrandando el paisaje con todo tipo de detalles. A todo esto debemos de decir que la banda sonora como en toda las entregas precedentes es sublime, con una gran variedad de temas de todos los géneros (punk, rock, reague, disco, clásicos, etc).



   En cuanto a jugabilidad ya hemos comentado algo, pero no podemos omitir que estamos ante un juego muy largo (más de 30 horas) pero que no se te hace repetitivo en exceso. La variedad en las misiones es apreciable aunque haya elementos que se repitan. Tendremos que secuestrar, robar, asesinar, seguir, actuar como guardaespaldas, como chófer, traficar, estafar, etc..). Además han incluido un elemento importantísimo como el móvil para estar en contacto con cualquiera de los personajes de la historia o internet para realizar todo tipo de trabajos alternativos o simplemente para el ocio o contemplar nuestras hazañas en los periódicos. Aunque es quizás un poco exagerado en sí en el desarrollo de alguna misión, se puede decir que han intentado darle un toque realista, incluyendo un ciclo de horas (día y noche) y clima que ayudan a darle ese aspecto. La dificultad siempre ha sido también una constante en los juegos de Rock Star y en este caso no será menos. Mientras que habrá trabajitos bastante simplones o sencillos, otros exigirán que saquemos los mejor de nosotros y quizás debamos repetirlos varias veces hasta poder superarlos.

   En definitiva estamos ante un título de los míticos, que sin embargo no se lleva la matrícula de honor porque la versión que yo he jugado (Play Station 3) resulta un poco oscura en las texturas y cuesta acostumbrarse sobretodo al principio. No obstante, y a pesa de que la nota sea un 9,7 estamos ante uno de esos juegos por lo que merece la pena comprarse una consola.


domingo, 28 de agosto de 2011

Gurney larger than life

  
   Ya predije que el recorrido del detective retirado David Gurney distaba mucho de terminar con su primera novela. Su brillante mente y la compleja relación con su mujer Madeleine hacían presagiar que el retiro del ex policía era sumamente anecdótico. John Verdon, que debutara en el mundo literario con Sé lo que estás pensado, vuelve ahora para consagrarse como gran escritor del género negro por excelencia. Su segunda obra, No abras los ojos, y protagonizada también por el incombustible Gurney supera con creces a su predecesora, mostrando a unos protagonistas más humanos y a un escritor con un estilo mucho más definido y maduro.



   En las obras protagonizadas por Gurney (dos hasta la fecha) se observa un claro matiz, una constante que sin duda resulta un gancho efectivo para el lector. Si en el primero de los libros hablábamos del título y la portada, dónde se intuía que el asesino o villano de turno tenía el don de leer el pensamiento, en esta ocasión no es tanto la portada en sí como la contraportada, en la que la pequeña sinopsis atrapa al lector con el morbo y la promesa de una historia aún más retorcida que comienza con la decapitación de una novia el mismo día de su boda. Además, a medida que avanzas en la historia, sus villanos ingeniosos tienen un pasado, un trauma, una historia que les hace ser cómo son. Si en su primera aventura, el trasfondo de alcoholismo tuvo mucho que ver la trama, en esta el oscuro suburbio del sexo y los abusos a menores serán un pilar fundamental de la misma.

   Otro rasgo característico es el método que usa Gurney para resolver los casos. Fiel al estilo de Miss Marple, reconstruye el caso como si fuera un rompecabezas e intenta ir encajando las piezas hasta que el puzzle tenga sentido. Parte de una base imposible, de un escenario de un crimen dónde parece claro lo que ha sucedido pero esto no tiene explicación coherente alguna. Sobran piezas, o faltan algunas que diría el detective, y este método tan particular de resolver los más complejos casos desde su retiro en su casa de campo (curiosamente igual que el autor) le da cierto carisma al personaje para perpetuarse en futuras obras. En medio de todo esto, tenemos la tortuosa relación con su mujer, con quién se enfrasca asiduamente en arduas discusiones que suponen el blanco y el negro, el ying/yang de la historia.



   Esta novela que curiosamente se publica en España antes que en Estado Unidos, consagra tanto a Verdon como uno de los mejores escritores contemporáneos en su género y a Gurney como uno de los protagonistas más prometedores del momento. Un viento de aire fresco, al que no se le vislumbra fin, pues se trabaja ya en una tercera parte y se intuye que ésta tampoco será la última. Resumiendo, el libro es entretenido, bien estructurado, con una buena historia y que engancha desde el primer capítulo. Peca de ser algo predecible como sucedía también en su aventura previa, pero se le perdona por la perfecta fusión que hace Verdon de la vida profesional con la vida personal de su persona,je, dejando muy claro que el bueno de Gurney se desenvuelve mejor en una que en la otra.


sábado, 20 de agosto de 2011

Dejavú ochentero

  
   Los que crecimos en los años ochenta recordamos perfectamente aquél tipo de películas que copaban la cartelera o las televisiones en aquella época. Eran cintas veraniegas, con la justa dosis de acción, misterio, humor y fantasía. Destacaban por estar interpretadas y dirigidas a un público infantil preferiblemente, pero acababan arrastrando a los adultos en masa para verlas. Grandes éxitos de la época como Los Goonies, E.T. o la menos conocida Los Bicivoladores, son auténticos iconos para los de mi generación que hacen fluir enseguida miles de recuerdos a tu mente en cuanto vuelves a ver una escena. Pues todo ese sabor ochentero, todo ese espíritu spielbergiano se concentra en la película de J.J. Abrams (Perdidos) Super 8 que ahora llega a nuestros cines.




   El cine actual carece de alma. La mayoría de las películas que puedes encontrar un fin de semana cualquiera en una multi sala cualquiera son en su mayoría adaptaciones, remakes, continuaciones, o cintas puramente comerciales con afán recaudador. Véase por ejemplo la cartelera que ayer me encontré al llegar al cine: El Capitán América, Super 8, Zoo Loco, Conan El Bárbaro, El origen del plantea de los simios, La boda de mi mejor amiga, Linterna Verde o Destino Final 5. Indudablemente, ante tal magnitud de superhéroes, precuelas, o versiones, sólo la película de Abrams ofrece algo distinto al espectador: retroceder a una época dónde este tipo de cine, películas de verano, te dejaban un sabor difícilmente olvidable. Destaca el buen hacer de los niños en su interpretación, la genial angulación de cámara con planos espectaculares y el genuino sentido de la maravilla y la imaginación de lo desconocido, así como la inocencia infantil y la compasión necesarias para comprenderlo.




   Es obvio que Abrams admira a Spielberg (productor de la cinta). Sus guiños y homenajes se encuentran por doquier en toda la película, lo que no deja de indicar que sin duda estamos ante su sucesor natural. La película no guarda ningún misterio, es una ecuación sencilla que cuenta con dos variables para su éxito: niños y extraterrestres. El guión no es complejo, el ritmo es sencillo, sin prisas pero sin tiempo para el avituallamiento. La espectacularidad de los efectos especiales encajan como no podía ser de otra manera tratándose de quién se trata. En definitiva, un regreso melancólico al futuro, un dejavú macedónico que hace pasar un buen rato en la sala y que te sumerge en un clima de nostalgia absoluto. Una morriña hacia una década pasada, dónde los militares estadounidenses acababan de cerrar el Área 51 (esto ocurrió en 1979 y da pie a la película), dónde inventos como el Walkman se abrían camino, dónde la Guerra Fría marcaba el temor a los soviéticos y comunistas y dónde la película estrenada por Abrams hubiera sido sin duda el éxito cinematográfico de la temporada.




miércoles, 10 de agosto de 2011